Mensaje en una solapa


Ya sé que el título de este post se parece mucho a la canción de Police, mensaje en una botella, pero esta historia tiene que ver con ese afán nuestro, tan español, por asistir a cócteles y celebraciones.
El caso es que un día llevé una americana al tinte y la encargada del negocio me dijo 'sin anestesia': ¡Usted va a muchos saraos!. ¿Y cómo lo sabe?, le contesté con cierta inocencia. Y ella, como sin no me hubiera oído añadió: el lunes estuvo usted junto a una morena al que le gusta el picante; el martes le saludó un tipo con bigote al que le encanta el cochinillo; el miércoles probablemente acudió a una fiesta atunera; el jueves no le puedo decir porque las huellas son confusas y el viernes tomó usted calamares y, además, lo hizo a mediodía, porque la mancha está en la solapa pectoral. 
Me quedé estupefacto. Había escuchado y visto alguna vez en su programa televisivo de videncia a Sandro Rey (que no sé si tiene una sobrina rubia de bote y gitana), meter la pata noche sí y noche también felicitando, por ejemplo, a las mujeres (viudas)  por tener un marido así a su lado, o dar las buenas noches diciendo ¡y que el trabajo siga tan bien como ahora!, a un parado. También recordaba a la pitonisa Lola poner velas negras a todo el que le caía mal, pero jamás pensé que la dueña de la tintorería pudiera, al contrario de estos frikis, acertar en todo lo que dijo.
Pero, claro, como sucede con las agencias de la calificación de riesgos financieros, los políticos mamarrachos -y listillos- los que se hacen ricos en bolsa y demás, la tintorera no tenía dotes adivinatorias, sino que disponía de la información privilegiada que le proporcionaba la solapa de mi chaqueta.
Me enseñó, como si fuera la hermana de Grissom, el de CSI, los deditos grasientos que conocidas/os, amigas y amigos habían ido posando sobre el cuello de la chaqueta instantes después de apretarse una croqueta de parmesano o la hamburguesa de wagyu de turno. Cuando lo miré con atención, me di cuenta de que, efectivamente, el cuello de mi chaqueta era un 'libro abierto' de mis andanzas gastronómicas. Pero si hasta creï leer un ¡I love you! escrito en la trasera de la americana escrito con grasa de panceta
La mujer  de la tintorería se rió a carcajadas cuando le dije que a partir de ahora iba a aprender artes marciales, como Jackie Chan, para impedir, realizando un escorzo lumbar y un golpe de muñeca, sujetar la mano de quien en los cócteles intente palmearme el cuello después de haber soltado una chuletilla de cordero. Antes uno tenía la decencia de llevar una servilleta en el bolsillo o limpiarse la grasa en su propio trasero, pero ya no hay decoro, y ahora la mayoría te pasa la mano por el lomo, como si fueras un buey de Kobe. 
Y es que he llegado a pensar que incluso que estos muleros están compinchados con las tintorerías, como si fueran trileros de la grasa, para relanzar el negocio en medio de la crisis. Pero lo peor es el control al que te someten estas huellas dactilares. Porque lo que llevas en el cuello en un código QR o de barras que indentifica qué has comido y donde has estado. Y me preocupa que pronto incluso se pueda leer con el móvil y nuestro endocrino o dietista averigüe con solo acercarnos el teléfono a la solapa si hemos guardado el régimen que nos recomendó o que en el gimnasio, nuestro monitor, pueda arrearnos un suplemento de abdominales nada mas entrar por la puerta 
Por eso ahora me compro las chaquetas en lo chinos y cada semana las alterno para confundir las huellas grasientas. Es la única forma de seguir dando caña al cuerpo en los saraos y que no se me note.

Comentarios

Entradas populares